Barranca abajo #04, 2020.

Pastel y grafito sobre papel algodón.

118x82 cm.

Sin enmarcar.

BARRANCA ABAJO
La serie “Barranca abajo” está concebida en el Arroyo Cululú, donde el artista pasó muchos momentos de su vida y al que vuelve con una nueva mirada. En esta ocasión posa su atención en las barrancas del arroyo. Ese accidente que ocurre en el paisaje, y remite la idea de quiebre y desmoronamiento, es también una analogía del constante cambio del lugar, erosionado y vivo aún en esa erosión, víctima y parte del cauce del agua en su superficie… Ese escenario da inspiración a imágenes que tienen voz y silencios propios, ensordecedores. La elección de vistas -contrapicadas y picadas, como así también la mirada a nivel del agua-, posibilitan matices en la gestualidad de la obra y en el diálogo insoslayable entre la maraña de raíces, las enroscadas vegetaciones y las incesante necesidad de plasmar eso en un dibujo vivo, que perpetue aquello que nunca volverá a ser igual.
Así, una vez más, lo agreste de la flora cercana al río y la luz quemante -dueña de intensos contrates-, se convierten en la fuente visual, sensorial y poética de la obra.

Barranca abajo #04, 2020. Pastel y grafito sobre papel algodón. 118x82 cm.

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Barranca abajo #04, 2020.

Pastel y grafito sobre papel algodón.

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La serie “Barranca abajo” está concebida en el Arroyo Cululú, donde el artista pasó muchos momentos de su vida y al que vuelve con una nueva mirada. En esta ocasión posa su atención en las barrancas del arroyo. Ese accidente que ocurre en el paisaje, y remite la idea de quiebre y desmoronamiento, es también una analogía del constante cambio del lugar, erosionado y vivo aún en esa erosión, víctima y parte del cauce del agua en su superficie… Ese escenario da inspiración a imágenes que tienen voz y silencios propios, ensordecedores. La elección de vistas -contrapicadas y picadas, como así también la mirada a nivel del agua-, posibilitan matices en la gestualidad de la obra y en el diálogo insoslayable entre la maraña de raíces, las enroscadas vegetaciones y las incesante necesidad de plasmar eso en un dibujo vivo, que perpetue aquello que nunca volverá a ser igual.
Así, una vez más, lo agreste de la flora cercana al río y la luz quemante -dueña de intensos contrates-, se convierten en la fuente visual, sensorial y poética de la obra.